sábado, 3 de marzo de 2007

Vivir en Harlem

HarlemEl barrio que en décadas pasadas alimentó la cultura afroamericana es hoy una de las zonas más cotizadas de la ciudad. Saturado Manhattan, Harlem se revaloriza y sus viejos edificios multiplican su valor.
Si en otras latitudes las políticas oficiales marcan la pauta a golpe de inversión, en Manhattan el mercado lidera los cambios. Al movimiento que lleva a los habitantes de una clase social bien situada a colonizar nuevos territorios lo llaman 'gentrification'. Buscar espacios no acotados para millonarios hace imprescindible el proceso. Irlandés, judío e italiano sucesivamente, corazón negro y boricua luego, Harlem vive hoy su propia gentrification.
Encajonado al norte de Central Park, tradicionalmente la calle 116 marcaba la frontera con el Upper West Side, por el Oeste, y el Upper East Side, en el Este. Hacia el norte su límite alcanza la 155. Las políticas de mano dura patrocinadas por el ex-alcalde Gulliani decapitaron el crimen, reducido a niveles inéditos; por otro lado, el empuje de la Universidad de Columbia, asomada al Hudson a la altura de la 116, ha fomentado que numerosos estudiantes ocupen la zona. Sus padres hace tiempo que descubrieron las ventajas de comprar al retoño un apartamento en la zona: necesita muy poco tiempo para revalorizarse.
La Universidad, además, ha planteado una expansión brutal: una ofensiva que revitalizará el lado oeste, de por sí vigoroso; mientras, el viejo Spanish Harlem, que subía hasta la 116, muta a medida que jóvenes profesionales sustituyen a unos puertorriqueños incapaces de pagar las nuevas, disparadas rentas. Los boricuas, antaño dueños del SpaHa, o El Barrio, apenas suman un 34% de su población.
En Harlem hace tiempo que resulta arduo alquilar apartamento por menos de 1.200 dólares mensuales. Craiglist, página favorita de los neoyorkinos para encontrar apartamento, muestra la progresión, disparada hacia las cifras del resto de la isla. Aún no alcanza los niveles estratosféricos del Soho, Village o Chelsea, pero tampoco anda lejos. Si habláramos de comprar piso, debemos colocar, uno tras otro, al menos 300.000 dólares, y eso dando por bueno una madriguera ínfima, una caja de zapatos sin ventilación, luz ni espacio. Para encontrar algo decente los números rebasan el millón de dólares. Algo así viene a costar un apartamento con cocina en el salón, más dormitorio y baño, a la altura de la 125 y la Avenida Lenox.
En el supuesto de contar con lavandería y portero, añadan 600 dólares mensuales en gastos comunitarios. Resta el consuelo de que la zona, pleno Central Harlem, rebosante de Starbucks y policía, peluquerías imposibles, artesanías, oficinas bancarias, farmacias y tiendas de ropa (en realidad de todo menos un supermercado en condiciones) alimentó la cultura negra del XX: junto al neón del Teatro Apollo, el Hotel Teresa, reconvertido en oficinas, hospedó en su día a todas las luminarias afroamericanas, de Mohamed Ali a James Brown y de Malcom X a Duke Ellington.
Nostalgia aparte, comprar en Harlem hoy resulta jugoso. Contradicción suprema, el barrio salvó su fisonomía gracias al crimen. Como nadie lo tenía en cuenta las piquetas respetaron sus avenidas, cuajadas de edificios nobles. Las escaleras metálicas, el ladrillo rojo y la luz, que cae a chorro en unas calles donde ninguna casa alcanza más de cinco alturas, todavía deslumbran.
Antigua zona noble de la ciudad, los restos del esplendor centellean. Con Manhattan saturado, Nueva York ha fijado la mira en Harlem. Los viejos edificios abandonados son puestos en limpio a velocidad supersónica. Aquí, donde Bill y Hillary Clinton instalaron sus oficinas, en unas calles atoradas de color, música y gritos, entre banderas de la Nación del Islam, iglesias baptistas y franquicias, la caldera económica ruge, y sólo en diez años, de 1990 al 2000, el valor de las propiedades creció un 290%.

1 comentario:

Sara dijo...

Para un turista, es una muy buena opción hospedarse en otras zonas que no sean tan céntricas para conocer por dentro a las personas que viven allí y vivir una experiencia distinta. Están construyendo varios hoteles en nueva york, en varias zonas para que haya mas variedad y también para difundir nuevos lugares.